Por José Manuel Heredia.
Cuando el corazón está en silencio, la inspiración divina aparece, la visión se aclara, podemos ahondar en la significación de los misterios de la vida.
El silencio, debería ser una práctica reiterada, mediante la cual adquirimos ese bello hábito del interés, del respeto y de la atención hacia todo lo que sea requerido por el espíritu, si lleváramos esta hermosa práctica al ajetreo diario de nuestra vida, es decir, al detalle menudo de nuestros actos cotidianos, alcanzaríamos una educación muy deseable y muy saludable que sería de gran provecho en nuestro trato familiar, laboral y social, pues nos permitiría accionar con innegable superioridad.
Oír la voz del silencio es comprender que la instrucción verdadera viene del interior, pero si nos hacemos sordos a ella y rehusamos su consejo e instrucción, se debilitará gradualmente hasta apagarse en medio del estruendo y tumulto del mundo material.
Siendo el silencio una sabia fuente de inspiración y preparación de nuestras labores cotidianas, nos dice que debemos meditar y pensar antes de actuar, de tal forma que nuestra labor no sea sin el verdadero conocimiento que debemos tener sobre lo que hacemos. Sabemos que el que más habla, el que más acciona, no es el que más hace, suelen ser los que trabajan con menor ruido los más diestros. La persona recta, la más capaz, suele ser la más silenciosa y la que menos alarde hace de sus obras, es que a la vez, el silencio trae la modestia, cualidad que es como una flor rarísima de encontrar entre nosotros.
Cuando reflexionamos se produce un profundo silencio ambiental en donde están ausentes todo ruido, todo sonido y en esa paz total meditamos en la luz de nuestra sosegada conciencia. Cuando estamos en silencio se aquietan nuestros turbados espíritus, llenos de estridencias y zozobras, en nuestro interior vemos la luz de la verdad, la hemos captado fugazmente en el silencioso umbral de nuestra conciencia, y podemos ahondar en la significación de los misterios de la vida, arrancar a la naturaleza sus verdades eternas e inconmensurables. Solamente los que no reflexionan, los que no guardan silencio, los que piensan poco antes de hablar, son los que tarde o temprano tienen que arrepentirse de lo que han dicho.
La habilidad de guardar silencio o decir sólo lo que es necesario y cuando es necesario, es el primer grado de control sobre uno mismo, por lo tanto podemos decir que esta habilidad constituye un grado definido de superación, que incluye el arte de ocultarse, de no exhibirse. Hay quienes temen al silencio porque saben que es el momento en que la conciencia habla a la mente esclavizada por las pasiones y hay otros que buscan el silencio porque saben que en la soledad pueden acercarse a la sabiduría.
Meditemos ante la invitación al silencio, comprendamos que no consiste sólo en el silencio de la palabra exterior, sino tiene su verdadero significado en el silencio interior del pensamiento, ayudará y disciplinará nuestro espíritu, nos dará normas a fin de que nuestra conciencia pueda usarlas para abrirnos paso entre los obstáculos con que debe enfrentarse eternamente; la ignorancia, el miedo, el error, la hipocresía, el fanatismo, la mentira, la calumnia, y reconociendo que el verdadero bien de cada uno se halla íntimamente unido al mayor bien de todos los demás. Es una invitación para dedicar tiempo a acariciar los aspectos más descuidados de nuestra vida, a conversar con nosotros mismos. Haciendo diariamente este ejercicio, se nos agudizará la razón, porque crearemos del pensar un hábito, esta luz de la razón es la que debemos tratar de mantenerla encendida. Toda persona que piensa y reflexiona, se forma a si mismo, porque lo que somos es el producto de nuestros pensamientos, no se llega a la verdad con muchas palabras y discusiones, sino más bien por el estudio, la reflexión y la meditación silenciosa.
2 comentarios:
perdón José Manuel, pero es el silencio una virtud?
yo creo que no ;)
Según lo que dice esta página http://www.unav.es/tmoral/virtudesyvalores/index21.htm
que es de la Universidad de Navarra, España. Dice que el silencio es una virtud que proviene de la serenidad.
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