Por Catalina Moreno P de A.
Este artículo describe la importancia que tienen los hermanos en la formación y en la vida de las personas. También nos cuenta qué se necesita para que la relación entre ellos sea armoniosa y duradera.
Casi todos tenemos hermanos o conocemos a alguien que los tiene y envidiamos su buena relación. Nos preguntamos ¿Cómo lo hacen para llevarse tan bien? ¿Cuál es la clave?
La clave está en una buena comunicación y en la educación que los padres les dan a sus hijos. Por otro lado es necesario que los mismos hermanos se preocupen y pongan todo de su parte para alcanzar una relación llevadera y armónica.
Casi todos tenemos hermanos o conocemos a alguien que los tiene y envidiamos su buena relación. Nos preguntamos ¿Cómo lo hacen para llevarse tan bien? ¿Cuál es la clave?
La clave está en una buena comunicación y en la educación que los padres les dan a sus hijos. Por otro lado es necesario que los mismos hermanos se preocupen y pongan todo de su parte para alcanzar una relación llevadera y armónica.
Para poder entender las relaciones entre los hermanos es necesario que conozcamos parte de la evolución que se va dando a lo largo de la historia y el desarrollo de cada uno de los miembros de la familia. Ésta posee una dinámica muy especial. Primero pasa por un período de constantes rivalidades, es más bien una relación entre amor y odio. Lo que inconscientemente quieren lograr los hijos, es conseguir la atención, el amor y el cuidado de sus padres. Luego viene un momento donde se resuelve el “odio” que existía, ya que éste se transforma en admiración, imitación e identificación. Finalmente, la relación se vuelve simétrica y horizontal, lo que significa que no existe una jerarquía entre el mayor y el menor, sino que una visión de igual a igual; hay una diferenciación y, además, los lazos se van fortaleciendo progresivamente.
Estos períodos son necesarios ya que cada uno de los miembros de la familia va creciendo y desarrollándose de diferente forma. A pesar de que el proceso es distinto para cada uno, no hay un tiempo específico para estos períodos, pero es necesario que no se salten estas etapas ya que pueden producir, en alguno de ellos, vacíos o temas no resueltos con sus hermanos, como conflictos, peleas, malos entendidos, insultos, etc. Cuando es así, es común que alguno presente algún trastorno de personalidad o conductas depresivas ya que puede creerse diferente a sus hermanos lo que haría que se sienta ajeno o indiferente a su núcleo familiar.
Cuando la relación entre hermanos es saludable se pueden ver variadas características, tales como que las relaciones alcanzan a ser simétricas y recíprocas, las competencias pueden permanecer, pero no intentan dominar al otro. Son más cooperadores y solidarios entre ellos, no hay una dependencia de uno al otro. Existe estima y afecto mutuo y no se permite que el otro se aproveche. El grupo de hermanos se construye sobre el pacto de compartir. Se respetan entre ellos aunque sean diferentes pero potencialmente complementarios. Son más autónomos, lo que coopera con su diferenciación. Gracias a todo esto, los hermanos en particular son capaces de conocerse a sí mismos, valorarse y reconocerse como personas singulares con personalidad propia.
Estas relaciones son las ideales y muchas veces creemos que son imposibles de lograr. Hay que tener claro que no es fácil alcanzar las características antes mencionadas. Lo principal es que los padres estén siempre presentes en todo momento, interfiriendo solamente cuando sea necesario, educándolos y amándolos según la necesidad de cada uno, sólo así, se puede lograr. Es importante no decir “nunca voy a lograr esa relación con mis hermanos”. Jamás es tarde para mejorar las interacciones entre ellos, sólo es un tema de actitud y de disposición a respetar y a aceptarlos como son, tratando de sanar las envidias y episodios que hayan provocado algún daño en el corazón dejando así de lado el odio y el rencor.
Fuente: Apuntes de la cátedra Educación Familiar, Profesora Raquel Rubio H. Universidad Gabriela Mistral.
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