La familia, constituye el fundamento de la sociedad, su base y su núcleo y, por su parte, el trabajo está directamente relacionado con la riqueza de las personas, de la familia y de los pueblos. Por definición, el ser humano es la única especie que ama y trabaja, por lo que ambos aspectos deben ser compatibles por el bien de todos. En caso contrario, una de estas dimensiones de la vida de una persona quedará relegada a segundo plano, cosa que puede desencadenar problemas personales que no solo afectan a su grupo familiar, sino también a la sociedad en su conjunto.
El ritmo de trabajo actual, impone una enorme exigencia a las personas, lo cual se convierte muchas veces en una fuente de agobio, y no de alegría. Esto provoca un desequilibrio que daña a la familia, ya que no recibe la atención ni la dedicación que necesita, y también daña al trabajo, porque pierde su sentido.
Quienes tenemos personas a nuestro cargo, debemos tener siempre presente que el trabajo no puede competir con la familia, ni puede ser un lugar para escapar de ella. Por lo tanto debemos dar espacios a nuestros colaboradores para que cumplan con sus roles de padres, madres e hijos. Para lo anterior, hay que tener siempre claro la primacía de la persona por sobre el trabajo y de la familia por sobre otras consideraciones del entorno.
Debemos estar a favor de las políticas de flexibilidad laboral y permisos especiales que permitan, tanto a mujeres como hombres, conciliar sus deberes de madre y padre con sus responsabilidades como trabajadores, sin detrimento de sus oportunidades de desarrollo y progreso en la empresa. Junto a lo anterior, no deben existir diferencias en contratos, remuneraciones o desarrollo laboral entre hombres y mujeres, ya que lamentablemente a estas últimas a razón de su naturaleza o a la consecuencia de la maternidad presente o futura, se les tiende a postergar.
Como persona de empresa tengo la convicción de que ésta es el principal motor de cambio social, por lo tanto quienes tenemos alguna cuota de responsabilidad en las decisiones que afectan el día a día de las personas, debemos ser conscientes de que el crecimiento de un país no es sólo económico, sino que principalmente de las personas en su compleja realidad corporal, espiritual y social.
Invito a todos los que dirigen a un equipo humano a que reflexionen sobre lo antes expuesto y vean la forma en que pueden aportar a que sus colaborares puedan tener un verdadero equilibrio entre la familia y el trabajo, no solo por un tema de rendimiento, sino de responsabilidad social con nuestro capital más importante: las personas.
Fuente: Apuntes del curso “Etica y Responsabilidad Social en la Empresa”, (Mons. Fernando Chomali y Nicolás Majluf)
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