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07 septiembre 2010

LOS PAPÁS

Por Ana María Pérez de Arce


Ana María nos cuenta de su experiencia de ser madre de siete hijos, su proyecto de vida y la satisfacción que trae tener una familia. Ser mamá no es fácil, pero es una tarea que se hace con amor y dedicación.
Esta es la historia del punto de vista de una mamá de 7 niños… aunque ya no son tan niños. Si uno viviera de atrás para adelante podría tener un panorama más amplio de lo que se quiere lograr como proyecto. Porque es un proyecto de vida y un camino para recorrer primero de a dos y luego… bueno depende de cuántos sean.
Primero llegó mi marido, cuando supimos que estábamos esperando un hijo, ahí nacimos los padres. Lo que nos hizo tener nuevas responsabilidades y un mundo nuevo por descubrir.
Todo es nuevo cuando eres padre o madre y cada uno de los hijos es una novedad, cada uno es distinto, aunque sean hermanos. Tienen diferentes tiempos, maneras de afrontar la vida y formas de expresar sus alegrías y penas, en resumen cada uno es único. Aunque de alguna manera hay un hilo conductor; y cuando ha llegado el momento, uno descubre que esencialmente es la huella que tu familia ha dejado en cada uno. Digo tu familia porque influyen muchos factores, así como cuando uno se casa, se casa no sólo con el marido sino que con su familia y con su historia. Así pasa con los hijos, reciben como herencia tu historia y tu familia.
Recién nació tu primer hijo y ya sabes que eres papá o mamá para siempre. Sin feriados, sin vacaciones y sin días libres.
Los hijos esperan que seas su mamá o su papá según corresponda. Así como uno ve a sus papás como los únicos, aunque tengamos más hermanos, mi mamá y mi papá son algo intransable, se siente como alguien propio, no excluyente pero si en cierta medida único.
Este niño que acaba de nacer, al pasar el tiempo nos enseña. Nos prepara y nos guía como padres. Conforme va creciendo, el hijo va necesitando diferentes cosas, como más sabiduría, comprensión y exclusividad. Todos los procesos de los hijos van en paralelo con los procesos de los padres. Es como cuando los hijos entran en la adolescencia, puede ser que los padres se encuentren en plena crisis de los cuarenta y así sucesivamente en cada etapa de la vida.
Las alegrías y las penas que encuentras cuando los hijos van creciendo, te hacen mejorar y crecer. Te obligan a ponerte al día con las novedades y también a equilibrar tu pasado para poder entregarles tus valores y tus experiencias. Aunque cada uno procese de diferente manera lo que tratas de enseñarle repito, aunque parezca majadera, cada uno de tus hijos es distinto.
Cada juego y descubrimiento de los hijos, no solo son para el momento, sino una vivencia para el resto de sus vidas. Porque uno va creciendo conforme a lo que está aprendiendo.
Las vivencias de los niños cuando son chicos son las que hay que atesorar porque en su minuto uno no les da la importancia, pero cuando después se valoran, ese momento ya pasó. Cada vivencia es una ventana, un abrir de ojos y de los sentidos a la vida. Es uno de los momentos más enriquecedores para los hijos y para uno como padre o madre.
Trata de atesorar las vivencias infantiles de tus hijos. Para poder sacarlas nuevamente del baúl en el momento en que necesitas reconfortar penas, cuando necesitas un rayo de sol o simplemente cuando ellos ya son más grandes y quieren saber cómo eran de niños.

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